miércoles, 14 de agosto de 2013

NO EXTIENDA SU RESENTIMIENTO, NO LO GENERALICE.


Con el resentimiento sucede que generalizamos fácilmente. Si consideramos
que una persona obró diferente a nuestras expectativas, con frecuencia
extendemos esa frustración a todos los aspectos de nuestra relación y acabamos
diciendo que todo en esa persona es “malo” o “indeseable”, cuando realmente
la experiencia que tuvimos sólo se refería a un aspecto de la relación.
Escribe las injurias en la arena y los beneficios en el mármol.
Ese mismo proceso lo aplicamos cuando, a partir de nuestro resentimiento con
alguien, acabamos convenciéndonos que cualquier persona que tenga las
mismas características, el mismo oficio o pertenezca al mismo conglomerado,
va a obrar de igual manera a la persona con quien estamos resentidos y así
comenzamos a llenarnos de indisposición hacia el mundo que nos rodea: “los
militares son…” o “los ricos son…” o “los pobres son…” o “los jefes son…” o
“los empleados son…” o “el gobierno es…” o “los gringos son…”
La generalización también nos perjudica porque estamos negando la
oportunidad de valorar, disfrutar y enriquecernos de muchas personas que,
siendo políticos, ricos, pobres, extranjeros…, son distintas de esa concepción
negativa que tenemos. Hay quienes descalifican un trabajo o un oficio porque
“aquí todos son mediocres, superficiales o tramposos y yo no quiero ser así”, y
deciden retirarse del puesto e, inclusive abandonar su profesión.
Algunas personas tienden a pensar que esto de las expectativas sólo se da entre
enamorados o entre amigos muy cercanos; sin embargo, ocurre en todas las
relaciones, no solamente con las personas sino con las entidades. Son muy
comunes los resentimientos contra empresas, instituciones o gremios de
personas, que se han formado de igual manera que los resentimientos hacia las
personas: por nuestras expectativas defraudadas.

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