miércoles, 14 de agosto de 2013

EL PERDON, EL MÁXIMO REGALO


Perdón es una palabra conformada por el prefijo “per” que significa intensidad
y “don” que significa regalo: Regalo intenso. Principalmente para quien
perdona, porque cuando perdonamos es como si desatáramos un ancla de
nuestros pensamientos, de nuestras acciones, de nuestras emociones. Es como
si abriéramos la puerta de las opciones que siempre hemos sabido que nos
benefician pero que, por esta ancla, hemos mantenido cerrada.
Cuando las personas hablan de perdonar, frecuentemente se refieren ha haberse
quitado un peso de encima, esto quiere decir que quien perdona es el primer
beneficiado con este regalo.
Es muy frecuente y válido el argumento de perdonar por comprender, por
entender, por compasión con el otro; sin embargo, puede ser más efectivo que
busque perdonar porque es usted el que se beneficia, el que se libera, el que
comprende que manteniendo y alimentando su resentimiento, el daño es para
usted y para los suyos.
Perdonar no significa que el otro cambie. Algunas personas perdonan y, sin
embargo, crean inmediatamente la expectativa de que la otra persona “no lo
vuelva a hacer”, cuando sabemos que este cambio sólo se dará cuando el otro
realmente lo decida. Entonces, en este caso, la expectativa realista sería, si la
persona ha actuado varias veces de esa manera determinada, lo más probable es
que vuelva a hacerlo igual. Por tanto, sería conveniente que, además de
perdonar, usted tome las medidas para no verse afectado de nuevo por ese
comportamiento.
El resentimiento es una extraña fantasía de dolor que quizá mantenemos con la
esperanza de que otra persona venga a disculparse, a reconocer su error. La
otra persona tiene sus propios argumentos y razones o justificaciones para
haber obrado como lo hizo y nuestro resentimiento no va a cambiarlos. Si esa
manera de obrar, que nos dolió tanto, es verdaderamente un error del otro, él
mismo estará sufriendo las consecuencias aun cuando aparentemente no lo
demuestre, ya que es difícil saber lo que pasa en el corazón de otro ser humano.
El poeta norteamericano Longfellow decía: “Si nosotros pudiéramos leer la
historia secreta de nuestros enemigos, podríamos encontrar en la vida de cada
uno de ellos tanta pena y tanto sufrimiento, que sería suficiente para desarmar
cualquier hostilidad”.
Cuentan que una vez un hombre llegó a su casa u encontró que había sido
saqueada por ladrones. Sintió hondo pesar por lo que le había sucedido y,
después de hacer el recuento de las pérdidas, se llenó de rabia, frustración e
impotencia y, sin embargo, al reflexionar, se dio cuenta de que, fuera de
intensificar las precauciones, era muy poco o nada lo que podía hacer por
recuperar sus bienes o encontrar a los ladrones. Entonces dijo: “ya que me
robaron mis bienes, no voy a permitir que me roben mi tranquilidad y mio
paz”. Y decidió olvidarse del asunto.

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