lunes, 24 de junio de 2013

SEGUNDO PASO (CONTINUACIÓN)

también teníamos que cambiar. El programa de Al-Anon está enfocado en nosotros, los amigos y los familiares que tan arduamente habíamos tratado de buscarle algún sentido a lo que es vivir o haber vivido con un alcohólico.

Admitir que éramos irracionales puede haber requerido más humildad de la que teníamos. Pero cuando finalmente nos enfrentamos al hecho de que éramos nosotros quienes teníamos que cambiar o si no vivir en una continua confusión e infelicidad, vimos que nos era más fácil aceptar que la humildad era un instrumento vital para lograr la ayuda sanadora que necesitábamos. Este Paso prefigura la amplitud del alcance espiritual del programa de Al-Anon.

Cuando nos examinábamos minuciosamente y recordábamos lo que fuimos capaces de decir o hacer en diversas situaciones, descubríamos que a menudo nuestro comportamiento estaba distorsionado por la ira, la frustración y el miedo. Esa es la razón por la cual muchos de nosotros reaccionábamos ante el alcohólico de modo irracional e histérico. Es decir, nuestras acciones carecían de todo juicio. Quizá era muy natural para nosotros pensar de manera tal que justificásemos nuestro propio comportamiento para defender lo que hacíamos, pero muchos aprendimos que nuestras acciones no tenían justificación.

La conducta irracional se manifestaba de diversas maneras. ¿Qué sucede con el marido que deja los niños pequeños con una esposa alcohólica y se preocupa hasta más no poder por lo que podría suceder mientras él está en el trabajo? ¿O de una esposa tan temerosa de la violencia de su esposo que no hace nada por protegerse a sí misma o a sus hijos del comportamiento impredecible de su esposo? ¿O de alguien que deja a un hijo montarse en un automóvil conducido por uno de los padres mientras éste está bebiendo?

Piense también en aquellos de nosotros quienes hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para proteger a nuestros seres queridos
alcohólicos de las consecuencias de la bebida. Ocultamos la adicción a parientes y amigos, mentimos a nuestros superiores, rogamos a los jueces y tratamos de crear un medio cómodo para que el alcohólico o la alcohólica no tuviesen que enfrentarse al hecho de haberse desmayado en el piso la noche anterior. Algunos estábamos tan confundidos que pensamos que si bebíamos con el alcohólico ellos tendrían entonces menos alcohol para beber.

En ocasiones, este tipo de acciones estaba motivada por las buenas intenciones; más a menudo, por la ira y la desilusión. Pero casi siempre encerraban la ilusión de que algo haría que el alcohólico dejase de beber. Lo único que teníamos que hacer, imaginábamos, era descifrar qué era ese "algo". Aprendimos que incluso esa actitud estaba lejos de ser racional. Al reflexionar, teníamos que decidir si nuestros pensamientos, palabras y acciones eran los de una persona sensata y razonable. Si nos dábamos cuenta de que no lo eran, entonces buscábamos ayuda, el tipo de ayuda espiritual que brinda Al-Anon.

Una vez que aprendimos a ver la realidad de nuestra situación, comprendimos por qué era necesario recurrir a un Poder superior a nosotros. Hubiese sido demasiado prematuro en esa etapa de nuestra experiencia en Al-Anon esperar una confianza total en un Poder Superior, especialmente si pensábamos que teníamos total confianza en nosotros mismos. Quizá desechamos la idea de un Poder superior a nosotros o quizá creímos en Dios, pero nunca mantuvimos ningún contacto espiritual. La noción que teníamos de ese Poder Superior posiblemente era la de un Dios que sólo castigaba. Aquellos que nos criamos con una fe religiosa, quizá orábamos para que algo transformara al bebedor en un ser humano normal y responsable.

En un inicio, muchos de nosotros solamente podíamos admitir que éramos incapaces de controlar lo que sucedía en nuestras vidas,

pero con la ayuda y el apoyo de Al-Anon, la confianza en un "Poder superior a nosotros", a menudo llegaba en el momento oportuno. Esto significaba para nosotros una unión con una fuente infalible de seguridad y consuelo.

A pesar de que tuviésemos reveses y desilusiones, aprendimos a ver esas situaciones como etapas en nuestro crecimiento, como oportunidades para aprender lo que necesitábamos saber. Nos dieron una nueva perspectiva y nos prepararon para obtener soluciones que anteriormente no se nos hubiesen ocurrido. Aceptamos con aplomo desilusiones que a menudo no estaban relacionadas con el alcoholismo y así nos libramos de la fatiga emocional. Esto también demostró nuestra convicción de que, a la larga, las cosas se resolverían como era debido. Esto de ninguna manera significaba una tímida resignación, sino una percepción inteligente del hecho de que la vida nos traía experiencias, unas bienvenidas y otras no, pero todas ellas fuente de una perspectiva más profunda.

Como recién llegados llenos de angustia, pudimos haber venido a Al-Anon decididos a hacer un cambio radical en nuestras vidas; por ejemplo, acudir a los tribunales, separarnos o divorciarnos. Otros miembros de Al-Anon que se habían visto en esta encrucijada compartieron sus experiencias y nos señalaron que podría haber otras opciones. Como miembros de Al-Anon, nunca nos aconsejamos a hacer o dejar de hacer algo; y menos aún a los recién llegados, que todavía no se habían familiarizado lo suficiente con las ideas de Al-Anon para saber que había otras alternativas. Descubrimos que si aconsejábamos a un miembro qué hacer, estábamos emitiendo juicios y tomando decisiones sin fundamento que afectaban la vida de los demás. Sin embargo, podíamos compartir nuestras experiencias y ofrecer cierta objetividad. A menudo, nuestro desprendimiento llevaba a los demás a adoptar decisiones razonables en vez de dejarse llevar por la emoción. Al ayudarnos a nosotros
mismos, ayudábamos a los demás a recobrar el sano juicio; y así les resultaba más fácil tomar sus propias decisiones.

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