Carta abierta a un padre ausente
Dudé mucho antes de
escribir esta carta. Dudé porque me generás sentimientos encontrados. Dudé,
porque tal vez no existan las respuestas a las preguntas que durante años no
sabía a quién hacérselas. Dudé, porque tal vez no quería tener una
contestación.
Muchos somos hijos de padres ausentes.
Padres que un buen día, se van. Y uno se queda sin saber muy bien para donde ir.
Te rodea la bronca, la impotencia. Tu mamá tiene que salir a buscar el dinero
para mantenerte, con sus propios miedos, con las mismas dudas que tenés. Con las
mismas preguntas sin respuestas.
Algunos nos aferramos a ese
amor incondicional de una madre con miedo. Porque nuestro mundo se desequilibró
de repente y no comprendemos qué pasó. En la escuela, al menos a la que yo fui,
hacían tanto hincapie en el modelo de famila perfecto, que te sentías fuera de
lugar. Debe haber sido la misma sensación que tuvieron Adán y Eva cuando Dios
los hechó del paraíso. Uno se queda mirando, con la ñata apoyada en un vidrio
imaginario, a las otras familias felices, a esos otros nenes con su papá y su
mamá, como si la vida les sonriera sólo a ellos y uno estuviera bajo una lluvia
fria, que te cala hasta los huesos y te hace palpable tu propia
infelicidad.
En el fondo, sabíamos que las cosas no estaban
bien. Uno participaba de escenas que no son fáciles de olvidar y de discuciones
que jamás hubiéramos querido oir. Pero la vida te enfrenta a eso y no lo podés
evitar. En otros casos, la ausencia viene de lejos, viene desde la misma
negación de ese ser nuevo, que viene con la esperanza de un mundo mejor. Y en
algún momento las preguntas también surgen, con la misma ausencia de
respuestas.
La familia trata de responderte, pero son las
palabras llenas de reproche, de rabia, de dolor. Y esa subjetividad te desvía de
tu pregunta, de tu busqueda. Porque nadie puede responder por los sentimientos
del otro. Nadie puede llenar la ausencia de palabras. Nadie puede obligar al
amor que un padre debería sentir por un hijo.
Y en algunos
casos, la vida te quita la posibilidad de encontrar esas respuestas. Porque un
llamado telefónico te avisa que esa persona, la que también te trajo al mundo,
pero te ignoró, no está más. Y tus preguntas se quedaron flotando en el aire. Y
sólo te resta pasarles un baño de piedad, de perdón, de lástima. Porqué
comprendés que tal vez esa pesona tampoco fue feliz. Porque comprendés que esa
persona, a la que el tiempo cubrio con su manto, murió en su
ley.
Tal vez esta nota no la lean quienes deberían, para
comprender lo que siente un hijo que es olvidado por su padre. Y tal vez sólo se
emocionen aquellos hombres que jamás dejarían abandonados a sus hijos a su
suerte. Pero quizá, algún día, estas palabras toquen el alma y el corazón de una
sola de esas personas y la haga recapacitar. Y quizás, tal vez, todavía esté a
tiempo de recomponer esa relación que jamás debería haberse cortado
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