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Decimos que una persona sufre de personalidad controladora cuando dicta a las personas de su entorno el comportamiento que deben adoptar. Quiere controlar todas las situaciones en las que se encuentra. Todo está planificado, calculado y organizado según lo que ella ha decidido con un extremado rigor. Este tipo de personas suelen pensar que su intervención es necesaria y esconden un sentimiento de superioridad, de ahí la necesidad de tenerlo todo controlado. Según ellas, deben tomar el mando de una situación porque los demás no saben gestionar correctamente los imprevistos. El mínimo cambio les afecta por eso nada dejan al azar, piensan en todos los detalles y se adelantan a todos los imprevistos que puedan acontecer.
¿De dónde nace este carácter obsesivo por tenerlo todo controlado?
Muy sencillo: del miedo al fracaso. Este temor es lo que motiva la sed de poder y control absoluto. El miedo y el sentimiento de inseguridad son los grandes enemigos que convierten a este tipo de personas en eternas insatisfechas. Suelen ser infelices y se obligan a aspirar a la perfección, lo que les resulta realmente imposible de conseguir teniendo en cuenta el grado de exigencia que se imponen. Este miedo es el que les dirige una vida estrictamente organizada. Son personas violentas que complican la existencia de todos los que están a su alrededor.
¡A relajarse!Quienes sufren este trastorno deben aprender a soltar lastre y dejar que las cosas ocurran, enfrentarse a sus rigurosos principios. Deben abandonar sus constantes mecanismos de defensa y abrirse a los demás, confiar en ellos y comportarse con más soltura y espontaneidad. Este aprendizaje pasa por la recuperación de la confianza en ellos mismos y por la lucha contra ese excesivo temor que los consume y controla. Hay que saber tomar distancia y relajarse de vez en cuando. ¡Es vital! Si ese carácter controlador se convierte en un obstáculo a la hora de buscar la plenitud personal, el afectado podría plantearse seguir un tratamiento del tipo terapia cognitiva y comportamental centrado en ese rasgo de su carácter para empezar a disfrutar de la vida al máximo. En cuanto den este paso, empezarán a relativizar las cosas.
Muy sencillo: del miedo al fracaso. Este temor es lo que motiva la sed de poder y control absoluto. El miedo y el sentimiento de inseguridad son los grandes enemigos que convierten a este tipo de personas en eternas insatisfechas. Suelen ser infelices y se obligan a aspirar a la perfección, lo que les resulta realmente imposible de conseguir teniendo en cuenta el grado de exigencia que se imponen. Este miedo es el que les dirige una vida estrictamente organizada. Son personas violentas que complican la existencia de todos los que están a su alrededor.
¡A relajarse!Quienes sufren este trastorno deben aprender a soltar lastre y dejar que las cosas ocurran, enfrentarse a sus rigurosos principios. Deben abandonar sus constantes mecanismos de defensa y abrirse a los demás, confiar en ellos y comportarse con más soltura y espontaneidad. Este aprendizaje pasa por la recuperación de la confianza en ellos mismos y por la lucha contra ese excesivo temor que los consume y controla. Hay que saber tomar distancia y relajarse de vez en cuando. ¡Es vital! Si ese carácter controlador se convierte en un obstáculo a la hora de buscar la plenitud personal, el afectado podría plantearse seguir un tratamiento del tipo terapia cognitiva y comportamental centrado en ese rasgo de su carácter para empezar a disfrutar de la vida al máximo. En cuanto den este paso, empezarán a relativizar las cosas.




La autoestima afectada en alguno (o ambos) de los integrantes de la pareja es parte de este proceso de soledad.
Cuando iniciamos una relación amorosa, nos sentimos tan divinos y tan afortunados que nos parece que hemos encontrado un tesoro incalculable, un tesoro tan único, que no nos podemos imaginar la vida sin su presencia. Cuando esa persona nos mira, es como si el cielo abriera sus puertas para nosotros. De un momento a otro la vida se hace feliz, liviana y fluida. Cualquier acontecimiento parece tan sencillo y fácil de resolver, que nos sentimos invencibles. Nos envolvemos en una atmosfera muy especial y no es difícil hacer volar la imaginación que nos hace visualizar nuestras expectativas respecto a la relación y respecto a esa persona en particular. 

En verdad el Codependiente no vive ni deja vivir a nadie que se encuentre a su alrededor. Quiere controlar, se vuelve perfeccionista, se cree una víctima, sufre, llora, se enoja, manipula para lograr lo que cree es lo correcto y sentirse satisfecho. A pesar de todo este aparente control sigue sufriendo, creando crisis, no se siente feliz y no deja a los demás vivir en paz. Como code es duro oir esto, pero solo estando en recuperación he podido aceptarlo y pensar que debo cambiar. Fueron muchas las veces que mi familia me dijo lo difícil que era vivir conmigo y sin mi por el amor que me tienen, pero estando code activa no lo entendía, me sentía la víctima y que no me querían.

Hay además muchos gays adolescentes que se ven forzados a salir de casa a edad temprana por padres que son incapaces de manejar la sexualidad de sus hijos. Incluso para aquellos que se quedan en casa, la tensión que tiene lugar cuando el hijo sale del armario da lugar a una ruptura de relaciones padres-hijo. Esto puede dar lugar a erupciones verbales e incluso físicas violentas. El trauma de esta resistencia ante la identidad sexual del hijo puede ser emocionalmente devastador. Esta resistencia puede ser particularmente alta en padres que han sido criados en la convicción de que la sexualidad es algo malo, que no es lo adecuado.