sábado, 8 de diciembre de 2012

PERDONARSE A UNO MISMO

Pequeños errores, graves descuidos, ofensas, mentiras y heridas abiertas llenan el costal de la culpa. Una carga pesada para portearla indefinidamente.
El perdón redime, liberándonos de ese peso y dándonos la oportunidad de restaurar la relación con otros, pero también con nosotros mismos. De hecho, de nada sirve el perdón que otros nos dan cuando nosotros mismos no somos capaces de perdonarnos.
Dependiendo de la intensidad del sentimiento de culpa, el camino hacia el perdón puede suponer tan sólo un paso, o bien, tratarse de un recorrido largo y difícil.

Sea como fuere, el proceso para perdonarse a uno mismo sigue tres etapas:

Aceptación

Las equivocaciones son parte de la vida, algo inherente a nuestra condición humana. Por tanto, sólo es posible comenzar aceptando este hecho.
Eso se traduce en tratar de entender el propio comportamiento y responsabilizarse del mismo; asumir los errores sin flagelarse con ellos.
En definitiva, se comienza escuchándose a uno mismo, intentando comprenderse, tal y como escucharía a cualquier otra persona que le abre el corazón.

Aprendizaje

El perdón no es olvido ni debería serlo, porque éste nos llevaría a cometer el mismo error más veces.
El perdón es más bien una transformación, donde la culpa se convierte en una lección positiva, en una experiencia que nos hace más sabios.
No existe un error del que no se aprenda algo.

Reconciliación

Aquí culmina el proceso, después de haber transformado la negatividad de la culpa en algo constructivo.
Ahora sí es posible dejar ir el pasado y hacer las paces con nosotros mismos.
El objetivo no es sentirse orgulloso de haber cometido un error o de haber herido a alguien, sino superar la situación para hacerlo mejor la próxima vez.
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Perdónate y sigue adelante.

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