domingo, 2 de febrero de 2014

Los hijos adultos de alcohólicos son sumamente leales y comprometidos, aun con quien no lo merece.



Considero que el hogar de los alcohólicos es un sitio de mucha lealtad,
pues los familiares aprendemos a cuidar y a proteger al alcohólico. Este
aprendizaje me ha permitido permanecer mucho tiempo en relaciones,
que más valdría que hubieran terminado. En mi juventud, cuando a
alguien le interesé lo suficiente para formar una relación estable conmigo,
llámese pareja o amigo, existió siempre en mí un sentimiento de
agradecimiento y de vinculación, que me hizo experimentar una especie
de obligación a permanecer con esa persona para siempre. En mi
matrimonio, no importaba lo que mi marido hiciera o dijera; si me trataba
mal, yo disculpaba su comportamiento y hasta me sentía culpable.
Posiblemente por mi necesidad de seguridad, me prendía de lo conocido,
aunque fuera malo.

Por otra parte, en mi infancia no aprendí gran cosa de lo que significa
tener una buena relación, pues entre mis padres siempre hubo el que
manda y el que obedece. Así es que me las arreglé como pude y me
quedé siempre con lo que tenía, sin considerar en mucho tiempo si
merecía aspirar a algo diferente. Frecuentemente me enganché mediante
el sentimiento de culpa y tardé mucho en darme cuenta de que esa
relación no valía la pena.

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