En mi infancia, no me divertí mucho. Viví como “ en un trauma crónico”.
La vida era un asunto muy serio y amenazador. Es cierto que muchos días
transcurrían normalmente y jugaba con mis amigos o con mi hermano,
pero existía siempre en el horizonte una nube negra, un acecho incierto
en el ambiente, que ponía freno a mi alegría infantil. ¿Cuándo volverá a
tomar mi padre?
En mi casa no había mucho espacio para la diversión y renuncié muy
temprano a ella. Sencillamente, el niño espontáneo que había en mi
interior fue acallado, pues me vi presionada desde muy pronto, a ser
responsable y portarme como persona mayor. Hoy, en mi vida adulta,
tampoco me doy muchas oportunidades de divertirme e incluso critico a
las personas que hacen bromas y se comportan menos seriamente,
aunque sean adultas. Sin embargo, a veces las envidio y quisiera ser
como ellas. Para mí, la vida sigue siendo un asunto muy serio y por mi
inseguridad crónica, lo peor que puede pasarme es arriesgarme a ser
criticada, o a hacer el ridículo.
Tomo muy en serio mis responsabilidades y trabajos, a veces hasta a
costa de mi bienestar personal; sin embargo, cuando me doy la
oportunidad de relajarme, de descansar y de divertirme, sale mi niña
interior, alegre y espontánea y me doy cuenta que ha pasado mucho
tiempo reprimida y necesita ser descubierta y liberada. No cabe duda de
que tengo que recuperar en ciertos momentos la niña que casi nunca fui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario